Para hacer frente a esta mayor demanda energética es
necesario aumentar cuantitativa mente el consumo de alimentos, pero ¿de qué tipo
de alimentos? Una dieta equilibrada y adecuada para el deportista de elite se
basa en los mismos principios de variedad, moderación y equilibrio en los que
se basa una dieta adecuada para individuos menos activos, estos principios
quedan reflejados en el llamado perfil calórico ideal: el 55% de la energía total
consumida debe de proceder de los hidratos de carbono, no más del 30% de la
grasa y el 15 % de la proteína.
No obstante, siempre se ha de tener en cuenta la ingesta energética
e incluso valorar en cada caso
individual la forma de aplicar estos
porcentajes. Por ejemplo, si la ingesta alcanza las 4,000-5,000 kcal/día
(16.720-20.900 kJ/día). Una dieta que tan solo proporcione el 50% de la energía
de forma de carbohidratos apostara de 500 a600 g/día (7-8 g/kg de peso corporal
para un atleta de 70 kg), cantidades suficiente para mantener las reservas de glucógeno
día a día. Además, si solo el 10% de la energía fuera aportada por la proteínas,
la ingesta absoluta de las mismas (100-125 g/día) superaría la ingesta
recomendada de proteínas parta el atleta
(1,2-1,7 g/kg o 84-119 g/día en el atleta de 70 kg) por el contrario, si la
ingesta energética es de 2,000 kcal/día una dieta que proporcione el 60% de la energía
en forma de carbohidratos podría no
resultar suficiente para mantener una reserva optima de carbohidratos.
En general, la dieta de los deportistas suele adecuarse a
este perfil calórico compuesto. En un estudio realizado en 126 atletas
principiantes en los juegos olímpicos de Barcelona de 1992, la contribución de
los macronutrientes a la energía total
ingerida fue de 51% para hidratos de carbono, 17% para proteínas y 31% para grasa,
en el caso de los hombres, y del 54% para hidratos de carbonó, 17% para proteínas
y 29% para grasa en el caso de las mujeres. Otros estudios muestras
desviaciones en índices de calidad de la dieta, como el índice de adecuación a
la dieta mediterránea o el bajo consumo de frutas, verduras y hortalizas, muy
similares a las observadas en sujetos de la misma edad, pero menor actividad física.
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